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Don Luis T. Merazzi: conductor y guía de Ferro Carril


La figura gigante de Don Luis T. Merazzi merece el más cálido recuerdo de toda la familia ferrocarrilera.

Don Luis fue empuje permanente, confianza, liderazgo, visión de futuro para que Ferro Carril se consolidase como la Institución más laureada de Salto desde su mismo comienzo.

A través de las palabras de Arturo Aníbal Gagliardi, extraidas de su libro "Historia de la Franja - 40 años de glorias deportivas" (ver libro) que digitalizamos y compartimos con ustedes hace unos días, podremos conocer a este héroe de Ferro Carril, esta luz que aún nos guía abrazado en una bandera eterna blanca y negra.

Un juez de arco de la Temporada de 1913

"Se jugaba allá por el año 1913, un partido de segunda división entre Ferro Carril, que hacía sus primeras campañas en el foot-ball oficial y pugnaba por el ascenso a primera, y la segunda de Uruguay, el viejo rival de Atletic en las jornadas de la división privilegiada del foot-ball salteño, partido que tenía por modesto escenario la cancha de Ferro Carril, situada atrás de los Talleres del Noroeste; y en el que actuaba de juez don Walter Mitchell.

El señor Mitchell, a cuyos servicios recurrió, cuando se estaba por iniciar el partido para que lo dirigiera, señaló la conveniencia de que se designaran dos jueces de arco, que se eligieron entre los espectadores que marginaban la cancha.

Ocurrió en el transcurso de la lucha, que, en una jugada casi en la misma línea de goal de Uruguay, el arquero de este team, que era Paz, que defendió a River más tarde, conocido como el “Hombre Mono”, al detener el remate de los delanteros ferrocarrileros y ante la arremetida de éstos, cayó al suelo con la pelota, clamando los jugadores de Ferro Carril el goal, alegando que la pelota había franqueado la línea demarcatoria.

El juez del partido señor Mitchell ante la incidencia, consultó al juez de arco, quien en aquella época, novato en las cosas del foot-ball, manifestó al juez que él no adelantaba opinión, que le diera la pelota, que la iba a colocar donde a él le parecía que se había detenido, a lo que accedió el juez. La pelota fue colocada por el juez de arco en un lugar señalado por un pequeño pozo propio del terreno irregular en que se jugaba. Como ese lugar estaba dentro de la cancha, indicaba a las claras que el goal no se había producido.

El juez de arco que se pronunció en contra de las pretensiones de los jugadores de Ferro Carril, concurría habitualmente al almacén “El Avestruz”, donde se reunía con ferrocarrileros, y al concurrir aquella noche pensando que se le haría alguna mención con respecto a su actitud de la tarde, constató con satisfacción, que se le acogió con la misma cordialidad de siempre.
Poco tiempo después se le invitaba a asociarse al Club.

El deportista que hacía de juez de arco en aquellos lejanos días del football de 1912, era Don Luis T. Merazzi.

Seguramente los que lo invitaron a afiliarse a la incipiente institución de los Talleres, no pensaron que incorporaban a sus filas, a quien había de vincularse tan estrechamente a sus destinos a través de una larga jornada de más de cuarto de siglo."

Directivo desde 1914 hasta 1952

Como puede leerse en el libro de Gagliardi, el 18 de mayo de 1914 don Luis Merazzi entraba a formar parte de la Comisión Directiva del Club Ferro Carril, de cuyo lugar solo lo apartaría la muerte el 25 de junio de 1952.

Sólo la mísera muerte pudo alejarlo de su querida franja.

Así recuerda Gagliardi ese momento sumamente triste para sus contemporáneos y para la historia misma de nuestro club:

"La más cara derrota de Ferro Carril, llegó cuando una mañana de junio la afición deportiva y representativa de Salto recibió la noticia más triste: murió don Luis…

En el Cementerio, luego de las palabras emocionantes de un delegado de la Liga de Fútbol y de un delegado de la Liga de Básquetbol, pronunció el discurso que se transcribe en parte, el Dr. Juan Mario Delgue, miembro de la Directiva del Club Ferro Carril:

Señoras y señores, ferrocarrileros: Y en su mesa estaba leyendo junto a su esposa, cartas del club Ferro-Carril, cuando la muerte, de un soplo le arrancó la vida. Así, junto a su compañera, esa mesa, esas cartas, definen íntegramente la vida de Don Luis Merazzi.

Dio al trabajo su impulso creador, no fue para él castigo bíblico, sino medio para manifestar su inteligencia, su probidad, su honestidad, en suma sus manos se movieron al dictado de una clara inteligencia y al ritmo de una voluntad tenaz.

Al toque de mágicas chispas que encendieron negros carbones, rugieron las máquinas saludando auroras con bocanadas de blancas humaradas. Perezosas vías se extendían largamente, pitadas de alertas indicaban su paso, y así, a este conjuro, cuando el músculo abandonaba el taller, daba vida, allá por 1912 al Club Ferro Carril, el que apenas nacido ve acercarse a un joven atraído por las mentas de los ferrocarriles, detiene su paso y en 1917 toma la Dirección de su Ferro-Carril, dirigiéndolo por sendas de glorias durante 35 años, y vitalizando su marcha por más de 40 inolvidables años.

“El Avestruz”, la cancha vieja, la federación, la sede vieja y la sede nueva, en todas estuviste, en todas gestaste triunfos.

Presidente, miembro de comisión, delegado, siempre fue el deportista. No lo envanecían los triunfos ni lo amargaban las derrotas. Como el espartano miraba siempre adelante. Su paso firme, respetuoso del adversario; sus posiciones, por ser justas se defendían solas, sin agravios, sin violencias triunfaban sus opiniones”.

Más adelante continúa: “He aquí la huella que ha dejado y por la que puede seguirse el rumbo de una vida. Hombre íntegro – mitad poeta, mitad artesano – cantabas a la fe en el ideal que regenera, y por ello tuviste fe en los primeros pasos de nuestra Institución. Cantabas al trabajo en la acción que ennoblece. En las etapas de luchas, desde los tempranos a los últimos días de tu vida fuiste el primer obrero de nuestro Club, y en las horas aciagas también fuiste el primer soldado.

Ahora este silencio durará para siempre, y no te decimos adiós, porque siempre estará vivo en el recuerdo, en los afectos, en los triunfos y en las derrotas.”

Un busto ejecutado por el escultor Prati perpetúa en el bronce su fecunda existencia, y está enclavado en los jardines de entrada de su club, mirando hacia la entrada, como diciéndole a aquellos que entran a sus filas:

“La disciplina y el amor a nuestra Institución son los secretos de los éxitos deportivos. Entrad y luchad por Ferro-Carril, que cuando más os sacrifiquéis por él, más se adentrará en vuestro corazón”.



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